Hoy estreno blog.
Es una asignatura pendiente que llevo demorando tras mil
excusas.
Comienzo esta bitácora no por la necesidad que tenemos los
periodistas del siglo XXI de incluir en tu pie de firma el perfil de Twitter,
la página de Facebook y la dirección web. Ni siquiera por esa recomendación que
mantienen todos los gurús de la comunicación de construir la llamada ‘identidad
digital’: o apareces en la web o no eres nadie; suficiente tengo con recomponer
la personal y avanzar en la profesional cada mañana.
Arranco esta aventura porque echo de menos la página en
blanco y el cursor parpadeando. Necesito expresarme y 140 caracteres se me
quedan cortos.
Si quieren seguirme, no esperen sesudas reflexiones ni
proclamas ideológicas o peroratas pseudos-políticas. Este blog contendrá las
reflexiones de a pie de calle de una plumilla, que es como me ha gustado
siempre definir la profesión de los que formamos la muy antigua, canalla y
siempre en la cuerda floja cofradía periodística.
Ruego perdonen mis carencias de estilo de estos números cero; prometo ir corrigiéndolos en cuanto empecemos a andar.
Confío en que les interesen mis posts, o al menos no les
aburran demasiado. A fin de cuentas, sólo son las historias de una plumilla.
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