El pasado miércoles acudí al
Teatro Lope de Vega para disfrutar del último montaje de la compañía La Cubana,
‘Campanadas de boda’. Fiel al estilo del veterano grupo catalán, el espectáculo
es una eclosión de ingenio, crítica, buen humor, sorpresas y teatro, mucho
teatro.
Podría sorprender el hecho de que
el aforo estuviera al completo tratándose de un día laborable y con una entrada
al nada desdeñable precio de 35 euros (aunque créanme, lo vale).
Puede que sea la reputación de la
compañía, el boca a oreja, la buena relación con el público sevillano o una
constelación de los astros, pero el caso es que llevan llenando el Lope de Vega -800 butacas- desde el día 6 de junio y así se prevé que continúe hasta el 23
de este mismo mes. ¡Menuda alegría!
Mientras tanto, estos días leía
en la prensa que el Festival Circada se sumaba a una curiosa iniciativa: ‘Pay
after show’. Ésta consiste en que una vez que el espectador ha disfrutado de la
obra contribuye con “una aportación voluntaria” al final de la misma. Dicen que es para implicar al
espectador, para buscar su compromiso… Sinceramente, a mí esto me recuerda a lo
de pasar la gorra o el plato y pedir una ayudita ‘por caridad’. Cuando acuden a un restaurante
abonan su cuenta aunque no les haya gustado la comida, ¿verdad? Con no volver tienen
suficiente. Pues, ¿por qué en la asistencia a un espectáculo debe ser distinto?
El trabajo hecho está.
El actual modelo de producción
cultural, sustentado en su mayoría en las subvenciones de los poderes públicos,
necesita una revisión sin duda. Se acabó la subvención a fondo perdido sin
control de la calidad o la exhibición del espectáculo en cuestión. En Andalucía
tenemos maravillosos teatros y espacios culturales vacíos de programación por
el riesgo para las compañías privadas de producir obras que se pueden llevar
por delante los ahorros de una vida por la falta de cultura de pagar por la
Cultura.
Pero un punto intermedio tiene
que haber. No me resisto a que el teatro, y la creación cultural por ende, se
mimetice de la actual situación económica que está ahogando a la clase media.
Espectáculos con su postín en taquilla, sí, sobre todo aquellos que lo valen;
pero por Dios, que no volvamos a una moneda ‘por caridad’. En cultura, NO.
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