Mi marido ha encontrado trabajo.
Un trabajo como Dios manda.
Les reproduzco a continuación
nuestra conversación cuando me dio la feliz noticia.
ÉL: -“Me han llamado y me han
dicho que sí, que soy el seleccionado, el lunes empiezo”.
YO: - “¡¡Bien!! Cuánto me alegro.
Cuéntame”.
ÉL: -“Por fin un trabajo como
Dios manda”.
YO: -“¿Te ponen coche?”
ÉL: -“No”
YO: -“¿Te adelantan las
comisiones?”
ÉL: -“No”
YO: -“¿Te pagan dietas y
kilometraje?”
ÉL: -“Me han dicho que ya
veremos”
YO: -“¿Y del ipad, teléfono y
otras herramientas?”
ÉL: -“Más adelante”.
YO: -“Pues cariño… no sé...”
EL: -“Me dan de ALTA”
YO: -“Oleeeee!!!!”
Más allá de la sátira exagerada,
les aseguro que el asunto no tiene la míninma gracia.
Durante año y medio, mi marido ha
estado en búsqueda de empleo, que no desempleado. Para que se hagan una idea,
mientras que yo estaba en la cama del hospital recién parida de nuestro segundo hijo, él acudía a una entrevista de trabajo de una empresa ‘líder en su sector’ en
la que finalmente resultó que le ofrecían un fijo de 300 euros.
Durante año y medio ha tenido que
escuchar las más increíbles condiciones de empleo de mano de unos empresarios
que saben perfectamente hasta qué punto pueden aprovecharse de la situación en
la que se encuentran muchas familias. La más común: “tú empieza a trabajar,
sigue cobrando tu paro y en unos meses hablamos”. No les incomoda que el
asalariado en cuestión tenga que pasar toda su jornada en carretera, o que el
trabajo conlleve cualquier otro riesgo laboral. Y eso que no hablamos de las
condiciones de pago, lo que daría para tres posts más.
Lo peor de todo: hay quien no tiene
más remedio y entra por el aro.
Algo debería hacerse desde los
poderes públicos para perseguir y castigar con rotundidad esta situación de
fraude en la contratación que se está llevando por delante los derechos
laborales más esenciales. Si la Inspectoría de Trabajo destinara a unos cuantos
de sus funcionarios a las entrevistas de selección de personal ya vería qué
sorpresas. Algo así como el ‘mystery guest’, esa técnica anglosajona en la que
un infiltrado de la compañía estudia el funcionamiento de la empresa actuando
como un cliente anónimo.
Entretanto sigan poniendo velitas
a San Judas Tadeo para que sus maridos, hermanas y amigos encuentren un trabajo
en el que coticen y tengan reconocidos sus derechos laborales, un
trabajo como Dios manda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario